Una italiana muere por la fatiga recogiendo uvas a dos euros la hora
«Salía de casa a las dos de la madrugada, en San Giorgio Jonico (región de Apulia, en el sur de Italia) . Cogía el autobús y llegaba a las cinco y media a las viñas de Andria (distante a 170 kilómetros). En casa volvíamos a verla no antes de las tres de la tarde, en algunos días incluso a las seis. Ganaba 27 euros al día». Esta es la historia de Paola Clemente, 49 años y tres hijos, muerta de infarto por el calor y la fatiga en la viña. Su trabajo consistía exactamente en descartar las uvas más pequeñas, para que puedan crecer mejor y sean más bellos los racimos. Una historia prácticamente de esclavitud, contada por su marido, Stefano Arcur, quien reflexiona sobre el hecho de que su mujer dedicaba trece horas al trabajo al día, contando las tres horas del viaje, para ganar 27 euros, menos de dos euros por hora: «Poco. Pero para nosotros ese dinero era muy importante, absolutamente indispensable».
«Teniendo en cuenta cómo están las cosas en Italia, esos euros nos permitían salir adelante», manifiesta el marido. El caso, del que se han hecho eco los medios italianos, ha salido a la luz gracias a la intervención del sindicato agrícola de la CGIL. «Nos encontramos ante un terrible caso de abuso del caporal. Una historia en la que los trabajadores son obligados a dar parte de su compensación económica al caporal», manifiesta el sindicalista Peppino De Leonardis. Los contratos provinciales prevén un salario de 52 euros, pero los trabajadores perciben 27-30 euros por jornadas agotadoras. «Somos personas habituadas a trabajar y permanecer en silencio. Pero ahora, basta. Pido justicia para mi Paola. Nos casamos en 1987. Son 28 años de matrimonio. No existo sin ella», confiesa Stefano Arcur a «La Repubblica».
Explotadas y chantajeadas
La historia de Paola, cuyo dossier está ahora en la mesa de un equipo de abogados para hacerle justicia, no es un caso aislado de esclavitud. Según datos de la CIGIL, el sindicato mayoritario, solo en la región de Apulia hay unas cuarenta mil trabajadoras italianas gravemente explotadas, a las que habría que añadir otros miles en las regiones de Campania y Sicilia. Reciben pagas que no superan los 30 euros por 10 horas recogiendo uva de mesa o fresas. Se prefieren las italianas a las extranjeras porque son más fiables, más fáciles de chantajear y someterse a la voluntad de los caporales, que son los propietarios de los autobuses y a ellos se dirigen las mujeres para encontrar trabajo en el campo o en los almacenes donde se confecciona la fruta.
El caporal percibe del propietario de la finca agrícola unos 10 euros por cada mujer trabajadora. Para obligarlas al silencio, no es necesaria la violencia física. Es suficientes esta amenaza: «Mañana te quedas en tu casa». Al igual que la fallecida Paola Clemente, a las tres de la madrugada miles mujeres están ya en la calle, con su bolsa de plástico en la que llevan un bocadillo. Se concentran en plazas o gasolineras, esperando que los vehículos gran turismo o minibus del caporal las recoja y las lleve a los campos donde son explotadas y chantajeadas, a veces incluso con la petición de prestaciones sexuales. Cuenta «La Repubblica» que «los caporales eligen, sobre todo, a italianas incluso para los trabajos más duros, porque las mujeres se pueden someter más fácilmente».
Recuerda el diario que en el pasado, las extranjeras fueron protagonistas de protestas y denuncias. Por eso, los caporales no quieren extranjeros, comenta con amargura un trabajador: «El motivo es que ellos se rebelan y los italianos no: nos sentimos esclavos del tercer milenio, nos han quitado la dignidad».