¿Se salvará el planeta en la cumbre de París?

Cambio climático.En diciembre, en la capital francesa, los delegados de 195 países deberán acordar un plan para detener el calentamiento global. La meta es que la temperatura mundial no aumente más de dos grados, el límite para evitar una catástrofe. Por ahora, no hay acuerdo.

El cambio climático no sólo produce catástrofes naturales como el huracán más grande jamás registrado que azotó a México o la sucesión de catorce de los quince veranos más calurosos que venimos soportando en el planeta desde el 2000. También provoca otros conflictos de dimensiones inconmensurables. Lo que hasta hace poco era apenas una teoría de politólogos ahora tiene evidencia científica. Un grupo de expertos de la Universidad de California publicó en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos un estudio en el que se demuestra que uno de los principales factores que llevaron a la guerra en Siria fue un éxodo masivo del campo a las ciudades a causa de las sequías. Entre 1985 y 2010 se registraron tres grandes sequías en el noreste del país. Esto hizo que casi un millón de campesinos se agolparan en las ciudades donde quedaron abandonados a la pobreza. Con el estallido de la Primavera Árabe, estas multitudes fueron las que encabezaron las protestas contra el régimen de Bashar Al Assad que llevaron a la guerra civil hace cuatro años. Esto, a su vez, provocó el desplazamiento de once millones de personas, que forman el grueso de refugiados que ahora intenta llegar al corazón de Europa. 

Este caso estará en el centro de las discusiones de la gran conferencia de Cambio Climático que se realiza en los primeros días de diciembre en París y en el que los delegados de 195 países van a intentar llegar a un acuerdo para detener el calentamiento global. A cinco semanas del evento ya se consiguió un avance significativo. Ciento cincuenta países, que son los responsables del 90% de las emisiones de los gases contaminantes que provocan el efecto invernadero, se comprometieron a reducir sus emisiones en los próximos 10 o 15 años. Lo preocupante es que a pesar de esto, los científicos todavía creen que no será suficiente para evitar la tan temida barrera de un aumento de dos grados en la temperatura global con respecto a la era Preindustrial. De acuerdo al cálculo que hizo el prestigioso centro de estudios Climate Interactive del MIT de Boston, si se suman las promesas de recortes de emisiones presentadas hasta ahora, para el año 2100 la temperatura global aumentará 3,5 grados. Sería una catástrofe. Sólo como referencia: los científicos creen que la diferencia de temperatura que llevó al planeta a la Era Glacial fue de unos 5 grados.

Sin embargo, hay un discreto optimismo sobre la posibilidad de alcanzar un acuerdo en la capital francesa antes del 13 de diciembre que sea el umbral de un compromiso más amplio antes del 2020. El único acuerdo anterior, el alcanzado en Kioto en 1992, sólo incluía a 35 países y el 14% del total de emisiones. Ahora, se busca abandonar toda dependencia de las energías fósiles para el 2050 y recortar las emisiones a partir del 2020. China, el mayor contaminante, se compromete a llegar a su pico de emisiones en 2030 y a partir de allí funcionar con, al menos, una quinta parte de su energía de fuentes renovables. Estados Unidos, el otro gran contaminante, asegura que recortará en un 26%/28% sus emisiones para el 2025. Bastante lejos de la Unión Europea que promete un 40% menos de gases contaminantes para el 2030. Brasil es el que más avanzó entre los emergentes. Dice que va a hacer recortes de hasta un 37% en la próxima década y que terminará con cualquier tipo de deforestación ilegal del Amazonas en 15 años. India planea triplicar su capacidad de energía renovable para dentro de cinco años y llegar al 40% en 2030.

Argentina, va a París con una propuesta mezquina de recortar un 15% las emisiones y otro 15% condicionado a la ayuda internacional (ver recuadro). Bolivia, Ecuador y Venezuela prometieron ser en la cumbre “la voz de la Pachamama” y exigen una “justicia ambiental” con la creación de un tribunal para temas de medio ambiente, la reivindicación de los indígenas como conservadores de los recursos naturales y que se reconozca la deuda de los países que contaminaron para desarrollarse con los que no lo hicieron. El presidente Evo Morales y su embajador a las anteriores cumbres siempre fueron muy aplaudidos por sus discursos explosivos. Es que comparten posición con el llamado Grupo de los 77 (en realidad son 130 países) que la última semana expresaron sus reticencias al denominado “documento final” que los negociadores, liderados por los representantes de Estados Unidos y Argelia, habían elaborado de una base de 80 páginas que redujeron a 20. “Están reescribiendo y reinterpretando las posiciones de los países emergentes”, gritaba la delegada Mxakato Diseko de Sudáfrica en el centro de convenciones de Bonn, Alemania, en la última ronda de negociaciones previas a la cumbre. Y se cree que muchos de estos enfrentamientos que se produjeron en las 20 cumbres anteriores van a reeditarse en París. “Ellos contaminaron y se hicieron ricos. Nosotros seguimos tan pobres como siempre y quieren que paguemos todos lo mismo”, dicen los 77 en casi todos sus documentos.

Para ayudar a los países a adaptar sus economías a las energías renovables ya hay un fondo de 100.000 millones de dólares por año aprobado en la anterior cumbre de Cancún. Pero el secretario general de la ONU Ban Ki Moon ya advirtió que se necesitará “al menos el doble”. Por ahora, hay sólo disponible un Fondo Verde de 9.300 millones de dólares y el resto del dinero es, en su mayoría, de partidas comprometidas anteriormente en planes de desarrollo. Hace unas semanas hubo un escándalo entre los ambientalistas cuando se supo que Japón gastaba su anunciado dinero para el clima en plantas de carbón en Indonesia.

Algunos creen que la baja del precio del petróleo podría acelerar la sustitución de fuentes energéticas y la inversión. Para comenzar, las diez empresas petroleras más grandes del mundo, incluyendo a BP, Shell y Total, se comprometieron a hacer más eficientes sus operaciones y reducir sus emisiones de carbono en un 20%. Aseguran que están dispuestos a apoyar cualquier iniciativa para que la temperatura global no sobrepase el aumento de los dos grados. Los ambientalistas respondieron recordándoles que para cualquier cambio sustancial habría que dejar bajo tierra el 80% del “oro negro” descubierto, más allá de su precio de mercado.

Barack Obama quiere pasar a la historia como “el presidente del medio ambiente” y está haciendo todo lo posible para que de París salga un acuerdo sustancial. El martes pasado anunció que 81 grandes multinacionales como Nike, Intel y Sony, se comprometieron junto a otras 80 empresas a “establecer medidas concretas para frenar el cambio climático y reducir las emisiones contaminantes”. En julio, otras doce empresas, que van desde Apple hasta General Motors, ya habían firmado un acuerdo similar. Aseguran que van a publicar “con total transparencia” las cifras de emisiones de sus plantas en todo el mundo, reducir el consumo de agua y acortar el trayecto del traslado de sus insumos. 

De todos modos, Obama se enfrenta a la dura oposición en el Congreso, particularmente de un grupo de legisladores del Tea Party, el ala más conservadora de los Republicanos, que son negacionistas del cambio climático.

El año pasado, China llegó a un histórico acuerdo con Estados Unidos, ambos responsables del 45% de las emisiones de carbono, por el que el primero alcanzará su pico máximo de contaminación en 2030 cuando comenzará con sustanciales reducciones, y Washington va a recortar para entonces el 28%. Obama quiere ir aún más lejos y propone llegar hasta el 32%. Pero mucho dependerá del Plan Quinquenal que termine aprobando el Partido Comunista Chino. Allí se verá exactamente si Beijing podrá o no cumplir con sus promesas. 

En París, enmarcados por las imágenes de la devastación de los huracanes, la guerra en Siria, los campamentos de inmigrantes y las temperaturas extremas, se reúnen a partir del 30 de noviembre los delegados de 195 países para ratificar lo que ya sabemos: que el ser humano es una víctima de sus propias costumbres, o torcer el destino y marcar el camino para salvar al planeta.

Clarín

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