Otra Cumbre Sobre El Clima Sin Avances Significativos

Concluida la conferencia climática Cop26, realizada en Glasgow, se impone decir que, nuevamente, no ha habido cambios radicales en orden a mejorar el actual estado de cosas.

Las conclusiones de este último encuentro se parecen demasiado a las de los cierres de la mayoría de las cumbres: hubo algunos avances, pero no son lo suficientemente contundentes como para modificar de forma significativa la realidad del planeta y evitar los desastrosos niveles de calentamiento global.

La Cumbre de París de 2015 definió que, para evitar realmente una catástrofe, deberíamos mantener el calentamiento global por debajo de 1,5°C. Sin embargo, los planes nacionales actuales con el fin de reducir las emisiones para 2030, conocidos como contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, por sus siglas en inglés), son inadecuados para limitar los aumentos a esa temperatura y, según el análisis publicado por el prestigioso Climate Action Tracker, estamos en camino a un aumento de temperatura de 2,4°C.

Si bien el documento final de Glasgow “insta a las partes” a acelerar la transición hacia sistemas energéticos bajos en emisiones, incluyendo iniciativas para eliminar gradualmente la generación por carbón y los subsidios “ineficientes” a los combustibles fósiles, su letra final muestra que la voluntad política de muchos países no va hacia ese objetivo. La asidua burocracia de estas cumbres siempre cuenta con un recurso que les permite enfrentar la dramática situación climática con una propuesta que pretende disimular el fracaso: posponer para el año siguiente las tareas mas importantes. De ese modo, los líderes de los países –que sin duda no son los líderes del planeta– se volverán a reunir para tratar casi los mismos temas en Egipto, la sede elegida para celebrar la COP27.

Es cierto que para alcanzar un acuerdo en estas cumbres de la ONU se requiere unanimidad de los países presentes, lo que dificulta su éxito.

El texto final de Glasgow menciona las ayudas a los combustibles fósiles y el fin del uso del carbón, un tema en sí mismo complejo que genera ásperos debates en las reuniones del G-20 y del G-7 cuando se trata el cambio climático. Sin embargo, por primera vez, ambos asuntos se citan en la declaración final de una conferencia de este tipo, pese a la presión de los países más dependientes del carbón y de los mayores productores de petróleo y gas. Es por eso que, en lugar de pedir que se eliminen las centrales de carbón, se reclama una reducción progresiva de este tipo de energía.

La COP26 ha confirmado la importancia de la participación de la sociedad civil y, al mismo tiempo, la falta de voluntad política de muchos de los países más ricos para alcanzar los 100.000 millones de dólares anuales que deben aportar a los países en desarrollo para ayudarlos a adaptar sus economías a una más “verde”. En síntesis, algunos avances, pero no los necesarios.

La Nación

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