LA HIGIENE OCUPACIONAL Y LA GUERRA
*Por el Lic. Martín Mendez, actual presidente de Asociación de Higienistas Ocupacionales y Ambientales de la República Argentina (AHRA).
A pesar de estar distantes de Ucrania, donde se desata una guerra sin precedentes entre dos potencias mundiales, no podemos sentirnos ajenos frente a tal atrocidad. Asimismo, debemos tomar conciencia que todos seremos afectados de alguna manera.
Este mundo globalizado atraviesa horas decisivas. Los gobiernos han encendido todos los sistemas de defensa diseñados y construidos con presupuestos intergalácticos y ocupando un tiempo inestimable de las mentes más brillantes de este planeta.
Esos sistemas están listos para responder ante cualquier “síntoma o malestar” provocado por un denominado “enemigo”. Tal vez, si se hubiese destinado tamaña inversión a la educación y en arrancar de las miserias a los más relegados para que se apoyen en un piso suficiente de dignidad humana, hoy podríamos estar cosechando otros frutos.
Hablando específicamente de la Higiene Ocupacional, muchas veces se relega la inversión en la educación, en diagnósticos confiables, en planificación, en la prevención y las políticas públicas, y eso, inevitablemente, tarde o temprano provoca, así como en las guerras, daños directos y efectos colaterales irreversibles.
Un mensaje no entregado, una percepción equivocada, una voz no escuchada, una decisión mal tomada pueden ser suficientes para comenzar un conflicto, escalar en una amenaza y concluir en una guerra, la cual termina dañando directamente la vida de miles de personas que se encuentran en el lugar de los hechos, pero también afecta, producto de los efectos colaterales, a millones de personas en todo el mundo.
Hoy, los países cercanos a Ucrania deben cargar con los refugiados, otros países de Europa y Asia también se ven afectados en su vida diaria y otros países que no tienen intervención directa o que se encuentran más alejados también sufren efectos colaterales, en sus economías, en sus políticas, y en sus ciudadanos.
Lamentablemente, la humanidad ha sido un testigo recurrente de estos actos donde los países han tratado de “resolver” sus conflictos por medio de guerras y más allá de haberse declarado un “ganador”, en realidad siempre pierde toda la humanidad. Es decir, se retrocede.
Análogamente, los profesionales de la Higiene Ocupacional y Ambiental observamos cómo los daños siguen manifestándose a diario. Vemos cómo una persona sufre un daño directo cuando padece una enfermedad profesional y no puede continuar con su labor. Se afectan sus emociones, sus relaciones, su economía, y vemos los efectos colaterales cuando afecta a sus familiares, a sus amigos, a su entorno, al resto de la sociedad…a nosotros. Entonces, asistimos a un retroceso como sociedad.
Es interesante observar que son las familias las que deben cargar con las consecuencias de aquel daño directo por un riesgo no advertido o no mensurado correctamente, que termina afectando a cada persona.
Si no invertimos en educación, en las prácticas de los futuros y en la especialización de los profesionales, en el equipamiento idóneo que los expertos deben utilizar para realizar diagnósticos confiables. Si no fomentamos el debate público, si nuestras leyes y los valores límites de exposición a contaminantes no se actualizan al ritmo de los cambios constantes, si los encargados de velar por el cumplimiento de las normativas no tienen el expertise en la materia, si las multas están descontextualizadas o sólo persiguen un fin recaudatorio, si los gobiernos no cumplen los programas y compromisos de saneamiento, si los empresarios no reciben beneficios o incentivos por el cumplimiento de sus obligaciones, si seguimos dejando para mañana las inversiones que deben ser realizadas hoy, entonces, como en la guerra, inevitablemente seguiremos asistiendo a un escenario de daños directos y efectos colaterales.
Por otro lado, es sano reconocer, que aún sin guerras cercanas, la Argentina se encuentra aislada, no solamente del mundo, sino también de la región. Nuestros países limítrofes están más conectados, poseen más intercambio, crecen apoyándose. Y la cruel realidad es que en el mundo nadie habla de nuestro país. No se interesan por lo que hacemos ni por nuestros problemas.
Un ejemplo del aislamiento es la imposibilidad de los profesionales de equiparse adecuadamente, con productos de primera línea, debido a sus altos costos de importación o por no contar con una línea de financiamiento especial ni con beneficios impositivos.
Solo con este ejemplo, nos diferenciamos de los profesionales de nuestros países vecinos.
En definitiva, si no podemos diagnosticar correctamente, tampoco podremos corregir lo que está mal.
Entonces, propongo que seamos sinceros, ya no somos la Argentina del Ford Falcon, ni del cohete Tronador, ni aquella Argentina que era considerada una potencia en desarrollo. Debemos ser honestos para reconocernos y, a partir de esa introspección, reconstruir los cimientos que nos permitan alcanzar nuestros sueños.
Hay mucho trabajo por hacer. Gracias a Dios hay muchos profesionales realmente comprometidos realizando lo impensable para hacer las cosas bien, aunque muchas veces les represente un gran esfuerzo extra o demande embarcarse en una alternativa artesanal.
El 2022 ya comenzó y se renueva la oportunidad de trabajar en pos de lograr mejores entornos, esto incluye nuestros espacios de trabajo y aquellos lugares donde ocasionalmente nos toque asistir.
Es el momento de tomar nuevas fuerzas y juntos enfrentar el desafío de reducir los daños directos y los efectos colaterales, entendiendo que una persona tiene el derecho supremo de trabajar y no enfermarse en el intento.
¿Estamos a la altura de estos desafíos? Sólo podremos estar a la altura, si trabajamos juntos.
La invitación está abierta: Es hora de evolucionar.
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