Hallan plástico en el tubo digestivo de peces en el Río de la Plata
El desarrollo de la industria del plástico revolucionó la vida moderna. Esta sustancia química se emplea en medicina, procesos de fabricación, tecnología, embalaje, para empaquetar alimentos y más. Sin embargo, la proliferación de productos descartables y un manejo inadecuado de sus desechos llevó estos residuos a las proximidades oceánicas. Actualmente, flotan unas 150 millones de toneladas de desperdicios y para 2050, los mares tendrán más plástico que especies. En la Argentina, ya se han detectado partículas de material sintético en el tubo digestivo de algunos peces.
En zonas costeras del Río de la Plata, se recogieron ejemplares de surubí, sábalo, patí, pejerrey, carpa y se descubrió que albergaban en su tubo digestivo microplásticos que eventualmente podrían afectar su calidad para el consumo humano. Así lo revelaron científicos de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y del CONICET, quienes advirtieron que es la primera vez que se detecta este material contaminante en la fauna ictícola del estuario platense. El estudio fue publicado en la revista Marine Pollution Bulletin.
Estos microplásticos tienen un tamaño menor a 5 mm y, en el caso del estudio citado, la mayor parte se trata de fibras sintéticas cuyo origen más frecuente es el lavado de ropa y productos de higiene personal, como pañales y toallas higiénicas.
“Existen diversos tipos de efectos adversos: por un lado, las criaturas oceánicas que comen estos diminutos trozos de plástico pueden experimentar efectos físicos directos tales como inhibición o enlentecimiento de la digestión, excreción u otras funciones corporales. Por otro, las grandes piezas de plástico usualmente atrapan (o enredan) a varias especies acuáticas, limitando sus movimientos e incluso ahogándolos” explica Andrés H. Arias, doctor en biología y Bioquímico del Instituto Argentino de Oceanografía (IADO), investigador del CONICET.
Se calcula que de los 9,5 millones de toneladas de plástico que se arrojan cada año a los océanos, entre el 15% y 31% son microplásticos, de los que dos terceras partes provienen del lavado de textiles sintéticos y del proceso de abrasión de los neumáticos durante su utilización, según una estimación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
«Nuestros estudios evidenciaron la presencia de microplásticos en el tubo digestivo de los peces, el cual usualmente se extrae y no es consumido. Sin embargo teniendo en cuenta el grado de contaminación que presenta la zona costera relevada y que la literatura documenta que los microplásticos pueden adsorber contaminantes orgánicos presentes en el agua, éstos podrían estar funcionando como vehículos para el ingreso de dichas sustancias a los peces; además del grado de toxicidad que puede presentar el microplástico en sí mismo», explicó a Clarín Rocío Pazos, becaria doctoral del CONICET en el Instituto de Limnología Dr. Raúl A. Ringuelet.
«Para limitar el avance de los microplásticos, las recomendaciones son por un lado realizar un mejor tratamiento de los residuos urbanos tanto líquidos como sólidos, que disminuyan el ingreso de este contaminante a los cursos de agua. También es importante difundir información sobre la problemática de este tipo de contaminación, reduciendo el uso del plástico y promoviendo su reciclado», agrega Pazos.
Durante la reciente Conferencia del Océano, se estimó que más de 150 millones de toneladas de desperdicios, compuestos por 45 mil objetos en cada milla oceánica cuadrada, flotan a la deriva. Si no se toman medidas pertinentes, el pronóstico del Programa de la Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Unep) es que para 2050 los océanos tendrán más polímeros que peces y aproximadamente el 99% de las aves marinas lo habrá incorporado a sus sistemas digestivos. A esto se le suma que, en los últimos 40 años, la cantidad de basura marina superficial superó el 100%. Las bolsas, tapones y fibras de ropa sintética, entre otros contaminantes, ingresan a los océanos mediante las alcantarillas y residuos urbanos y ponen en peligro a más de 200 especies marinas.
“En teoría, en términos de partición química, una pieza de plástico puede atraer Compuestos Orgánicos Persistentes (COPs), tales como los plaguicidas clorados, bifenilos policlorados o hidrocarburos aromáticos. En este contexto, los microplásticos se convertirían en conductores/transportadores de altas dosis de contaminación para todas las especies que los ingieran. Aunque estudios recientes concluyen que los microplásticos ocupan sólo el 0.0001% de la masa total de COPs contenidos en el océano. Aun sin ser más vectores que otros organismos o partículas en el ambiente marino, los microplásticos son una amenaza y pueden aportar sustancias químicas propias, como los aditivos agregados en su fabricación (caso del Bisfenol A), causando efectos tóxicos significativos en los animales que los ingieren”, indica Arias.
El inconveniente de los plásticos es que “no se biodegradan, por lo que estos polímeros nos acompañarán durante siglos«, dice la investigadora de la Universidad de Georgia, Jenna Jambeck. Las estimaciones de Jambeck y un grupo de colegas es que anualmente llegan a los mares unas ocho toneladas de plásticos.
Uno de los casos de contaminación extrema de los océanos fue denunciado por el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, quienes descubrieron una «isla de plástico», con más de 100 millones de toneladas de desechos flotando y contaminando el área al norte del Pacífico. El tamaño actual es similar al de la provincia de Córdoba o Santa Fe, pero en un futuro podrían tener el de un continente.
Clarín