El Ingeniero Civil como coordinador de Seguridad y Salud
La seguridad y la salud de los trabajadores ha sido y es una de esas batallas que se vienen ganando desde 1995, año en el que se promulgó la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, en la que se sentaban las bases para “desarrollar una política de protección de la salud de los trabajadores mediante la prevención de los riesgos derivados de su trabajo”.
A partir de entonces, el hecho de contar con un marco legal que delimita una serie de obligaciones que han de respetar tanto las empresas como las entidades públicas que tienen personal contratado ayudó en gran medida a que se cumpliera el objetivo principal: reducir el número de accidentes laborales.
La figura del coordinador de Seguridad y Salud
Como se puede suponer, dada la naturaleza de las tareas que se llevan a cabo en el sector de la construcción, este es uno de los que más incidentes tiende a acumular. A fin de cuentas, se suele trabajar en distintas alturas, con materiales y herramientas que pueden resultar peligrosas, y en multitud de ocasiones sobre terreno irregular.
Este escenario llevó en 1997 a que se dictara el Real Decreto 1627/1997, de 24 de octubre, por el que se establecían disposiciones mínimas de seguridad y de salud en las obras de construcción. Y una de las figuras que surgieron de dicho texto -y que a la postre resultó un acierto- fue la del coordinador de Seguridad y Salud.
La propia denominación del cargo deja muy clara cuál es la misión de la persona que lo ocupe, la cual debe ser un “técnico competente” que coordine, por un lado, la “elaboración del proyecto de obra”, y por otro, la “ejecución de la obra”. Y es ahí donde los ingenieros técnicos de obras públicas juegan un rol esencial, ya que están preparados para acometer las diferentes funciones que requiere dicho puesto.
Sobre esas funciones cabe señalar que pasan por “coordinar la aplicación de los principios generales de prevención y de seguridad”, tanto en la toma de decisiones cuando se planifican los trabajos o fases de trabajo que vayan a desarrollarse simultánea o sucesivamente, como en la estimación de lo que durará la ejecución. Asimismo, es el encargado de que se coordinen las actividades de la obra para garantizar que los contratistas, los subcontratistas y los trabajadores autónomos apliquen de manera coherente y responsable los principios de la acción preventiva que se recogen en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales; de aprobar el plan de seguridad y salud elaborado por el contratista; de organizar la coordinación de actividades empresariales prevista en dicha ley; de controlar la aplicación correcta de los métodos de trabajo, así como de adoptar las medidas necesarias para que únicamente las personas autorizadas puedan acceder a la obra.
Profesionales competentes
Dadas las competencias que son necesarias para llevar a cabo esta labor durante la construcción de una estructura, los ingenieros civiles y los ingenieros técnicos de obras públicas pueden jugar un rol clave no solo para cumplir con la legalidad, sino para conseguir mejorar las condiciones de trabajo y que, de ese modo, se reduzcan al mínimo las posibilidades de que se produzca algún accidente.
A fin de cuentas, tal y como explica Eduardo Vílchez, Decano del Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas de Alicante, “el ingeniero civil está capacitado para tomar el control y la gestión de la normativa vigente, adaptándose perfectamente a los nuevos tiempos, donde no solo se apuesta por la profesionalidad en los ambientes laborales, sino que también por la seguridad y la salud de los empleados”.
Además, el propio Vílchez incide en que el sector de la Ingeniería Civil ha de poner un especial énfasis en esa seguridad, puesto que los trabajadores tienden a estar expuestos a situaciones de riesgo durante la construcción de cualquier tipo de estructura. Esta realidad conduce a que los ingenieros de obras públicas han de estar capacitados para buscar las medidas de protección óptimas que salvaguarden la salud del personal que se halla a su cargo.
“Es más, desde el Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas instamos a que se vaya más allá, es decir, abogamos por una mayor rigurosidad que la que exige la propia ley. De ese modo, la cifra de accidentes laborales seguirá bajando, tal y como ha ocurrido desde que se publicara el texto en el BOE, hace ya más de 25 años, especialmente entre los trabajadores con contrato no temporal”, asegura el Decano.
La versatilidad de los ingenieros civiles
Esta capacidad para convertirse en coordinadores de Seguridad y Salud es una muestra más de cómo los ingenieros civiles son una figura clave en cualquier obra. Y lo son por varias razones. La primera de ellas es que, además de sus atribuciones habituales, su capacidad de gestionar la prevención de riesgos laborales supone un plus para quienes les contratan.
Cabe señalar que estamos hablando de un sector -como es el de la construcción- donde las condiciones pueden resultar peligrosas. No es lo mismo estar empleados en la construcción de un puente colgante o de un edificio de 30 plantas, que trabajar frente a un ordenador (siendo conscientes que en cualquier puesto de trabajo tiene su idiosincrasia y se ha de cuidar la seguridad y salud del empleado).
Y la segunda de ellas está referida a una realidad del mercado. En los últimos ocho años, el número de contratos temporales ha aumentado ostensiblemente (según el Ministerio de Trabajo y Economía Social) y eso ha traído consigo un repunte en los accidentes sufridos por los trabajadores.
Así pues, aunque desde el CITOP siempre apostamos por una mayor estabilidad y por contratos laborales longevos, somos conscientes de esta tendencia del mercado. Eso hace que el ingeniero civil tenga una mayor responsabilidad a la hora de evitar que esos trabajadores temporales realicen su labor sin la protección adecuada.
“Somos conscientes de que solo con una adecuada preparación y con la versatilidad propia de los ingenieros técnicos de obras públicas, se volverá a la senda de un decrecimiento constante en el número de accidentes laborales con bajas”, concluye Eduardo Vílchez.