SINDROME DE LA CABAÑA

*Por Ezequiel Dominguez, Lic. en RRLL, especialista en RSE y factores de riesgo psicosociales en el trabajo e Instructor de meditación en Provincia ART.

A partir de marzo del 2020, la pandemia llegó a nuestras vidas y, como medida para prevenir el contagio, se inició un largo período de cuarentena que consistía en quedarnos en casa con ciertas limitaciones. Este se transitó con intensos niveles de ansiedad, angustia, preocupación, temor e incertidumbre en los primeros meses, pero de a poco, nos fuimos acostumbrando a esa nueva realidad y a estos nuevos hábitos.

Entrando en el 2022, las cosas fueron cambiando: con la vacuna y los bajos niveles de contagio, poco a poco se fueron flexibilizando las restricciones y adquirimos nuevos hábitos de cuidado y costumbres, que nos acercan un poco a una nueva rutina, similar a la de antes de la pandemia.

Ahora se puede a salir sin tantas restricciones, juntarnos con amigos, salir con la familia a comer a un restaurant, encontrarnos en un bar con personas que no veíamos hace mucho, realizar tareas recreativas en lugares cerrados o abiertos (con algunos cuidados) volver a los establecimientos laborales. Sin embrago, notamos que muchas personas sienten gran temor y miedo a esta situación, teniendo dificultades para salir de sus hogares y aprovechar el fin del confinamiento.

De esta manera, aparece el síndrome de la cabaña que se lo reconoce como el miedo a salir de la casa, a transitar por la calle, a volver a socializar e interactuar con cualquier otra persona, incluso, a evitar hacer tareas y actividades recreativas afuera, y la dificultad de retomar las funciones presenciales del trabajo.

Esto ocurre principalmente porque el hogar se considera el único lugar donde se puede estar seguro, tranquilo y confiado y esto es producto de estar tanto tiempo adentro.  Por otro lado, se percibe la existencia de un gran riesgo si se exponen a salir, lo que provoca ansiedad e inquietud.

Los síntomas asociados síndrome de la cabaña

Antes de mencionar algunos de los síntomas, es de suma importancia comentar que no es un trastorno psicológico, por lo que no hay definición oficial sobre ello, si no una reacción conductual y emocional intensa, pero no psicopatológica en sí misma. Este síndrome principalmente se manifiesta con una gran intensidad de miedo, solo por el hecho de salir a la calle, la evitación de realizar rutinas fuera del hogar y que impliquen relacionarse con otro.

A nivel físico se manifiesta la respuesta del miedo como taquicardia y sudoración, aparecen pensamientos automáticos con un tinte negativo, pesimista y hasta catastrófico, problemas para concentrarse, dar atención, reflexionar, dificultad para conciliar el sueño, además de elevados niveles de angustia, ansiedad, miedo, irritabilidad, sensación de inseguridad, entre otros.

¿Qué se puede hacer frente a este síndrome?

En un primer momento se puede empezar haciendo salidas simples, graduales e ir regulándolas con el tiempo. Se recomienda ir de a poco y paso a paso y no es salir de golpe porque el impacto puede ser negativo y displacentero.

Se puede continuar con acciones simples, como pasear a la mascota una vuelta a la manzana, ir a la plaza o hacer ejercicios en un horario que no esté muy transitado. Es preciso enfocarse en disfrutar de aquellas pequeñas cosas que antes de la pandemia nos daban sensaciones placenteras, como el sol en la piel, respirar el aire puro, sentir la brisa en el rostro, salir a pasear o a tomar un café con personas que aporten tranquilidad y entiendan el padecer, entre otras.

El objetivo es ir graduando estas salidas, ambientándose y, poco a poco, ir asimilando los estímulos del entorno tales como el tránsito y los ruidos, haciendo énfasis en las experiencias y sensaciones positivas, de agrado o de disfrute que motivará a volver a repetirla al día siguiente.

También es importante escucharse a uno mismo. Si en algún momento se está sintiendo un malestar, es momento de dejar la actividad y volver al hogar y de no vivirlo como un fracaso sino como un autoconocimiento de los límites propios y entender que quizás haya que ir más lento en esta graduación.

En un segundo momento, muchos de los miedos están asociados al contagio debido a que el virus sigue estando y hay casos positivos de COVID. Lo ideal es respetar los protocolos vigentes, como el uso de barbijos en los espacios debidos, el uso del alcohol en gel, el lavado de manos, los distanciamientos, entre otros.  Todo ello aumenta nuestra sensación de seguridad.

Por último, si los consejos anteriores no dieron resultado y los niveles de ansiedad y miedo aumentan con cada intento de salir, es conveniente contactarse con un profesional de la psicología. Con la pandemia, la psicoterapia cara a cara se vio impedida por las restricciones y la posibilidad de contagio, por lo cual, tuvo que adaptarse a la situación y las sesiones comenzaron a hacerse virtualmente. Sin embrago, muchos profesionales siguen atendiendo con esta modalidad, así que, si se está transitando este síndrome, el acceso a la terapia es mucho más fácil porque podrá hacerse desde el hogar.

Sobre este punto, es importante acotar que el entorno (familiares, amigos, compañeros, etc.)  debe ser empático y comprensivo con quienes lo sufren. Que no los etiqueten como exagerados o minimicen su padecer, ya que cada persona tiene sus tiempos de adaptación y sus herramientas de afrontamiento. Lo que es normal para algunos les pueda costar más esfuerzo a otros, por eso se debe respetar a quienes padecen el síndrome de la cabaña y apoyarlos, escucharlos y acompañarlos en este padecer para que salgan adelante.

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