10 años después de Fukushima: autopsia de un accidente nuclear
Este mes de marzo se cumplen 10 años desde que una desgraciada cadena de acontecimientos provocara uno de los desastres nucleares más sonados del siglo XXI. Así el 11 de marzo del 2011, a unos 130 kilómetros de la costa de Japón y a unos 32 de profundidad en el océano Pacífico se producía el que fue bautizado como el Gran Terremoto de la Costa de Japón. Con una magnitud de 9,1 MW en la Escala Sismológica de Magnitud de Momento, y catalogado como el cuarto terremoto más fuerte detectado en la Tierra durante los últimos 500 años, este daría lugar a un tsunami en el que olas de hasta 15 metros de altura golpearían la costa del país nipón con la mala fortuna de encontrarse en su camino a la central nuclear de Fukushima Daiichi.
El evento se saldó con el primer accidente nuclear grave del milenio, el cual, un mes después de producirse, el 11 de abril del mismo año, la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial catalogaría como un accidente de nivel 7, el máximo en la Escala Internacional de Accidentes Nucleares -INES- y el mismo alcanzado en el accidente de Chernóbil de 1986.
Ahora, coincidiendo con el décimo aniversario del fatal accidente en el que, fruto de las inundaciones, una la pérdida accidental de refrigerante fruto inutilizó los generadores de emergencia de la central y condujo a tres fusiones nucleares, tres explosiones de hidrógeno y la liberación de contaminación radiactiva, una nueva investigación recién publicada en la revista Science of the Total Environment acaba de documentar la presencia de nuevas y grandes partículas -de más de 300 micrómetros- y altamente radiactivas liberadas por uno de los reactores dañados.
Estas partículas, las cuales se depositaron dentro de una zona estrecha que se extiende unos 8 kilómetros al norte-noroeste del reactor, fueron encontradas durante un estudio de superficial del suelo a unos 3,9 kilómetros del mismo. Según la presente investigación, la cual se publica bajo el título New highly radioactive particles derived from Fukushima Daiichi Reactor Unit 1: Properties and environmental impacts, esta nuevas partículas en cuya composición se han hallado isótopos de Cesio-134 y Cesio 137, reportan altos niveles de radioactividad que superan los 105 Bq.
La investigación, dirigida por el doctor Satoshi Utsunomiya y el estudiante graduado Kazuya Morooka, ambos del Departamento de Química de la Universidad de Kyushu, en Japón, encontró que dicha actividad radiactiva procedía concretamente de un agregado de nanopartículas de silicato en forma de escamas más pequeñas con una estructura similar al vidrio. Según los autores, estas nanopartículas probablemente tengan su origen en la absorción del cesio que componía el combustible volatilizado del reactor por parte los materiales de construcción que fueron dañados durante la explosión de hidrógeno de la Unidad 1.
Este mapa muestra la ubicación de la planta de energía nuclear de Fukushima Daiichi y la dosis de radiación a 1 metro sobre el suelo en noviembre de 2017. La estrella roja representa la ubicación de la muestra de suelo que contiene las partículas altamente radiactivas.
«La composición de las micropartículas incrustadas en la superficie probablemente refleje la composición de las partículas en el aire dentro del edificio del reactor en el momento de la explosión de hidrógeno» aclara Utsunomiya . «Esto nos proporciona una ventana forense a los eventos del 11 de marzo de 2011», añade. «Las nuevas partículas de las regiones cercanas al reactor dañado nos proporcionan una valiosa información y nos ofrecen una instantánea de las condiciones atmosféricas en el edificio del reactor en el momento de la explosión de hidrógeno, así como de los fenómenos fisicoquímicos que ocurrieron durante la fusión» continúa. «Si bien han pasado casi diez años desde el accidente, la importancia de los conocimientos científicos nunca ha sido tan crítica. Las tareas de limpieza y la repatriación de los residentes continúa, y una comprensión profunda de las formas de contaminación y su distribución es importante para la evaluación de riesgos y la confianza pública».
Peligro bajo control
Por su parte el profesor de la Universidad de Helsinki, Gareth Law, coautor del estudio añade que «los esfuerzos de limpieza y desmantelamiento del lugar enfrentan desafíos difíciles; en particular la eliminación y manejo seguro de los escombros de accidentes que hoy todavía presentan altos niveles de radiactividad». Es por ello que, dada la alta radiactividad asociada con las nuevas partículas, el equipo del proyecto también estaba interesado en comprender sus posibles impactos en la salud.
«A pesar del muy alto nivel de actividad, esperamos que las partículas tengan un efecto insignificante en la salud de los seres humanos, ya que no se adherirían fácilmente a la piel»
En este sentido parece que hay motivos para la tranquilidad, ya que según explica Utsunomiya, debido a su gran tamaño es probable que los efectos sobre la salud de estas nuevas partículas se limiten a los peligros de la radiación externa por contacto con la piel. «A pesar del muy alto nivel de actividad, esperamos que las partículas tengan un efecto insignificante en la salud de los seres humanos, ya que no se adherirían fácilmente a la piel» declara el investigador. «Sin embargo, debemos considerar los posibles efectos en otras criaturas vivientes, como los que se alimentan por filtración en los hábitats que rodean Fukushima Daiichi» aclara. «A pesar de que casi han pasado diez años, la vida media de 137Cs es de aproximadamente 30 años. Por lo tanto, la actividad en las partículas altamente radiactivas recién encontradas aún no se ha desintegrado significativamente. Como tales, permanecerán en el medio ambiente durante varias décadas, y este tipo de partícula podría encontrarse ocasionalmente en puntos calientes de radiación».
Por ello, las investigaciones al respecto deberán continuar, según los científicos. El profesor de la Universidad de Stanford, Rod Ewing, también coautor del presente trabajo informa que este artículo es tan solo parte de una serie de publicaciones que buscan brindar una imagen detallada del material emitido durante el colapso del reactor Fukushima Daiichi. «Este es exactamente el tipo de trabajo requerido para la remediación y comprensión de los efectos sobre la salud a largo plazo» algo que también sostiene su colega de la escuela de ingeniería ITM Atlantique, el profesor Bernd Grambow, quien concluye que «aunque el presente trabajo se ha valido de las herramientas analíticas más vanguardistas, brinda solo una pequeña idea de la gran diversidad de partículas liberadas durante el accidente nuclear, por lo que aún se necesita mucha más investigación para obtener una imagen realista del impacto ambiental y sanitario sumamente heterogéneo de una catástrofe de estas características».