La existencia de un solo accidente grave supone en sí mismo un fracaso del sistema
Entrevista a Xavier Tobajas, director general de Unipresalud y experto en prevención de riesgos laborales.
En 2013, la Ley de Prevención de Riesgos Laborales celebra la ‘mayoría de edad’ con una reducción de la mortalidad. Entre 2000 y 2012, la cifra de fallecidos ha disminuido tanto en números absolutos (de 1.580 a 444) como relativos (de 9,2 a 3,8 por cada 100.000 habitantes en jornada laboral). Entrevistamos a Xavier Tobaja, director general de Unipresalud, una compañía líder en prevención de riesgos laborales cuyo origen se encuentra en Mutua Universal, la primera Mutua que fue acreditada a nivel nacional como Servicio de Prevención Ajeno (SPA) y con una amplia experiencia en “prevención eficaz”, o sea la mejora de la rentabilidad de sus empresas clientes mediante la gestión de la seguridad y salud en el trabajo.
¿Cómo calificaría la situación de la Prevención de Riesgos Laborales actualmente en España? ¿Y en relación con los demás países de Europa?
Si tuviera que resumir en una sola frase la valoración de los dieciocho años transcurridos desde la promulgación de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales (LPRL), diría que en España disponemos de una regulación legal que nos sitúa entre los países punteros en la materia, pero que la realidad de su práctica habitual en el ámbito laboral sigue poniendo de manifiesto graves carencias en el rigor de su aplicación.
Existe una amplia coincidencia en la sociedad sobre la validez de la LPRL como instrumento para evitar los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales. Pero sus resultados, ya sean en términos de reducción de la siniestralidad laboral, mayor grado de cumplimiento de la normativa o en la concienciación de las empresas, los calificaría de irregulares e insatisfactorios.
En relación con los países de Europa, el coste total de los accidentes laborales en España supone el 1% -o más- del PIB, cuando la media europea era ya del 0,64% del PIB en el año 2004. Para converger con la Unión Europea deberíamos reducir el índice de incidencia en más de un 35%. Nos queda por tanto un importante camino por recorrer.
Califica los resultados obtenidos por la Ley “irregulares e insatisfactorios”. ¿A qué cree que se deben estos malos resultados?
Muchas y distintas causas han sido puestas de relieve desde numerosas instancias en relación a la aplicación de la LPRL y a sus insatisfactorios resultados. En mi opinión, las principales son: la insuficiente integración o interiorización de la prevención de riesgos laborales (PRL) en las empresas, el enfoque mayoritario a la prevención formal o “de papeles” y la falta de cultura preventiva. Es precisa una mayor conciencia en las empresas del elevado coste individual y social de los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales.
¿En qué aspectos de la ley estamos especialmente bien posicionados y en qué tenemos aún mucho camino por recorrer?
Con matizaciones, estamos bien posicionados en el enfoque hacia la PRL. Lo facilita nuestra pertenencia a la Unión Europea y la transposición y adopción de las sucesivas Estrategias Comunitarias dentro de la Estrategia Española de Seguridad y Salud en el Trabajo.
Como antes he enunciado, nuestra mejora en los indicadores de siniestralidad es el resultado del esfuerzo realizado en PRL por empresas, trabajadores y el resto de agentes implicados en la mejora de la seguridad y salud.
Y hemos avanzado, concretamente en las medianas y grandes empresas, en la integración de la prevención, considerada como un factor de competitividad.
El camino por recorrer está principalmente en aproximar nuestros índices de siniestralidad a los de los mejores países de Europa, incrementando la eficacia en las empresas pequeñas y en las de más alta siniestralidad, junto con la integración de la cultura prevencionista, tanto de la sociedad en general como de los trabajadores en particular.
¿Es suficiente ello para darle un notable a la LPLR?
En mi opinión no. La existencia de un solo accidente mortal o grave supone en si mismo un fracaso del sistema. Como he dicho antes, en muchos aspectos aún estamos lejos de los indicadores de los países de nuestro entorno con los que competimos. Si a ello le añadimos que en la Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo del año 2011 más de un 17% de los trabajadores declara que su estado de salud en el último año ha sido regular, malo o muy malo y que en porcentajes muy elevados los trabajadores encuestados declaran estar expuestos a riesgos ambientales, demandas o exigencias físicas importantes y riesgos de tipo psicosocial, debemos reconocer que la aplicación de la LPRL tiene aún recorrido de mejora.
¿Cuáles serían sus propuestas para mejorar los resultados de esta legislación?
Desde mi ubicación en un Servicio de Prevención Ajeno (SPA), uno de los agentes responsables de la aplicación de la LPRL, considero que es del todo imprescindible que las empresas dispongan de información cuantificable que les permita cambiar su punto de vista en relación a la PRL. Se trata de evolucionar desde la “prevención como requisito formal o coste” hasta asentar en las empresas que la PRL es una inversión que mejora el clima laboral, la imagen de la empresa y la rentabilidad. Y la base para ello es la implicación de la Dirección en la PRL, promoviendo su integración eficaz en la empresa: en los valores, en la estructura organizativa, en la gestión y también en las responsabilidades, los procesos y los procedimientos. Al igual que hace muchos años las empresas avanzaron del “control de calidad” a la “calidad integrada”, entre otras razones por que iba a mejorar su competitividad y productividad, hoy debe ser recorrido con convicción un camino similar en la PRL.
También es sabido que en nuestro país el exceso de normas de todo orden es uno de los factores que dificulta y confunde la gestión de las empresas y los ciudadanos, con notable impacto en la competencia, no solo internacional sino también interregional. Igualmente, dificulta la actuación de las mismas Administraciones Públicas en su labor asesora e inspectora. No es ajena a ello la PRL. La simplificación, racionalización y homogeneización de las obligaciones y responsabilidades de las empresas y los SPA en relación a la PRL, al margen de intereses corporativos o territoriales, debería permitir que cada uno de los actores pudiera ejercerla en función de su dimensión o sector de actividad, con menor incertidumbre y a partir del desarrollo de sus propias estrategias competitivas y no mediante la aplicación mecánica de unos patrones indiferenciados.
Finalmente, ¿Cuáles cree que son las tendencias de futuro en la Prevención de Riesgos Laborales?
Sin minusvalorar el importante avance en la reducción de los indicadores de siniestralidad, en estos dieciocho años nuestro sistema preventivo no ha sido capaz de conseguir la efectiva integración de la PRL en las empresas, especialmente en aquellas que no tienen la obligación de implantar la modalidad de servicio de prevención propio y debe seguir siendo un objetivo innegociable.
El cambio de concepto desde la protección a la prevención deberá seguir considerándose un elemento esencial en la promoción de la cultura de la seguridad y salud en las pequeñas empresas. En ello será importante fomentar la creciente conciencia preventiva de los trabajadores y velar por la actitud de las personas ante la seguridad y salud, en sus puestos de trabajo y en su actividad personal.
Los cambios en las formas de empleo, modalidades de organización del trabajo, jornada laboral y en los materiales utilizados, exigirán mayor atención a la identificación de posibles daños a las personas y también dedicación a la eliminación de los nuevos riesgos detectados, si es posible antes de que sean incorporados a los procesos productivos.
La simplificación, homogeneización y adaptación de la regulación a las condiciones de las empresas, las decisiones sobre el modelo sectorial y un mayor rigor en la actuación de los agentes implicados: empresarios, sindicatos, administraciones públicas, profesionales, servicios de prevención ajenos,… son condiciones necesarias para avanzar en la integración de la PRL en las empresas y deberían ser incorporadas eficazmente en los futuros planes de desarrollo de las Estrategias -Comunitaria y Española- de Seguridad y Salud en el Trabajo. Por lo que significa para la dignificación del trabajo, por la salud de las personas, por el elevado coste económico y social de la siniestralidad y por la eficiencia y competitividad de las empresas.
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