Plantas y humedales artificiales devuelven oxígeno y vida al arroyo Cildáñez

Pequeños peces llamados madrecitas nadan alrededor de las balsas pobladas de canutillos y sagitarias, mientras en el entorno anidan tortugas, varios tipos de aves e insectos. Estas especies se dejan ver en el arroyo Cildáñez, que, antes de desaguar en el Riachuelo, atraviesa a cielo abierto con una alta carga de contaminantes el barrio de Villa Soldati.

La biodiversidad que apareció en la desembocadura, a un costado del nuevo Parque Natural Lago Lugano, llegó de la mano de un proyecto de fitorremediación. Incluye un conjunto de balsas con plantas nativas que absorben contaminantes y aportan al agua el oxígeno que ya no tenía. También, humedales artificiales que cambian el panorama a un arroyo que corre en casi toda su longitud entubado bajo la ciudad.

La iniciativa, ejecutada por la Agencia de Protección Ambiental porteña (APRA), obtuvo resultados tan alentadores que se piensa en replicarla en otros cursos, como el Medrano y el Maldonado.

Las 42 balsas que ahora surcan el Cildáñez tienen una estructura bastante simple: son caños de PVC envueltos en una malla de media sombra y malla de gallinero plástica. Cubiertos con plantas como el canutillo, la hierba de mosquito, los camalotes, la sagitaria y los juncos, funcionan como remediadores flotantes.

«Los proyectos de balsas y humedales que impulsamos desde el Ministerio de Ambiente y Espacio Público demostraron que un parque natural, como es Lago Lugano, puede ofrecer un diferencial importantísimo: ayudar a la naturaleza a desarrollar la vida. Ambos proyectos lo han demostrado; las balsas hicieron que llegaran peces al arroyo Cildáñez y los humedales artificiales bajaron un 45% la presencia de contaminantes orgánicos», dijo Juan Bautista Filgueira, presidente de la APRA.

«Progresivamente aparecieron distintos nidos de insectos, arácnidos y tortugas. La biodiversidad permitió la polinización y que se reprodujeran semillas de otras especies, lo que conlleva a la revegetación de las costas del Cildáñez con nuevas especies nativas, que hasta ahora era difícil que brotaran espontáneamente», indicaron en la APRA.

Estos avances consolidaron el perfil de reservorio de biodiversidad del espacio que conforman el arroyo y el lago Lugano. Situado sobre un antiguo meandro del Riachuelo, cuenta con la presencia de más de 200 tipos de plantas autóctonas, entre ellas una especie única del lugar: la orquídea de Talar (Chloraea membranacea).

Las balsas, que son mantenidas y manejadas por 95 voluntarios vecinos de la zona, permiten la revegetación de la ribera, la consolidación de suelos, la estabilización de metales pesados, el incremento de la biodiversidad y, como consecuencia, la regulación de la temperatura y la humedad e infiltración del agua, que contribuye a evitar encharcamiento e inundaciones, según los técnicos que pusieron en marcha la iniciativa.

La oxigenación del agua se complementa con otro proyecto: la creación de cinco humedales artificiales que por decantación devuelven el líquido con una mejora notable.

«Poco a poco le estamos devolviendo al arroyo Cildáñez la capacidad de regenerarse. Con niveles de oxígeno inferiores a 2 mg/l no puede haber vida en el agua. Los humedales toman el agua con niveles inferiores a 1,5 mg/l y la reintegran con más de 5,5 mg/l, un nivel óptimo para el desarrollo de la flora y la fauna, que a su vez contribuye a acelerar el proceso de revitalizar la zona. Estamos potenciando un círculo virtuoso natural», agregó Filgueira.

Se trata de instalaciones que reciben el agua del arroyo por bombeo y la devuelven naturalmente con mejor calidad. Cumplen la función de eliminar la turbidez, disminuir contaminantes orgánicos, eliminar olores y sólidos, incrementar el oxígeno disuelto en el agua y bajar la cantidad de sales que deja la carga orgánica que arrastran las aguas.

La Nación

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