Riachuelo: más que limpiar un río, un imperativo ético

Si bien se realizaron avances en el saneamiento de la cuenca, es mucho todavía lo que resta por hacer para que miles de personas mejoren su calidad de vida.

El mes próximo se cumplirán siete años del histórico fallo «Mendoza», por medio del cual la Corte Suprema de Justicia de la Nación ordenó la limpieza de la cuenca del Riachuelo. Se trata de un recorrido de 64 kilómetros, entre el partido de Cañuelas y el barrio porteño de La Boca. El máximo tribunal de nuestro país condenó al Estado nacional, a la ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires a sanear el Riachuelo, un curso de agua de río estático, de material químico indiscernible.

La cuenca del Matanza-Riachuelo, llamado Riachuelo en su desembocadura y río Matanza en la mayor parte de su desarrollo, comprende parte de la ciudad de Buenos Aires y de los municipios de Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora, La Matanza, Esteban Echeverría, Almirante Brown, Presidente Perón, San Vicente, Cañuelas, Ezeiza, General Las Heras, Marcos Paz, Merlo y Morón.

Ciertamente, se han producido avances, entre ellos, la limpieza de las márgenes, la erradicación de basurales a cielo abierto -junto a la tarea de evitar la formación de nuevos sumideros-, la extracción de buques abandonados y otros objetos hundidos, como automóviles, lo que ha permitido aumentar la escorrentía, muy dificultosa naturalmente por la muy leve pendiente de esta cuenca de llanura que siempre ha parecido inmóvil, compacta. Estas mejoras permitieron un aumento en los niveles de oxigenación del agua y, de alguna manera, demuestran que la recomposición es posible.

La Agencia de Protección Ambiental de la ciudad autónoma de Buenos Aires ha finalizado durante 2014 un relevamiento completo de las industrias y establecimientos radicados en la cuenca del Riachuelo: unas 3000 empresas. La misma tarea se ha completado con relación a los ductos pluviales en las comunas pertenecientes a la cuenca, donde se detectaron múltiples vuelcos y conexiones clandestinas que vertían sus efluentes en el Riachuelo.

Se han implementado unidades sanitarias ambientales; se realizaron actividades de prevención y promoción de la salud con miles de habitantes; en la cuenca baja y media muchas personas accedieron al agua potable y a cloacas; el camino de sirga se ha ido liberando y, por ejemplo, dentro de la jurisdicción de la Ciudad esta tarea ha alcanzado el 91% de la costa, lo que implica que se ha abierto un acceso público con espacios de tránsito peatonal, con márgenes donde se va recuperando la vegetación, permitiendo la reaparición de un paisaje natural que genera una mejora visual que no es menor: un avance notable en materia de calidad de vida.

Sin embargo, lo realizado no es suficiente y la tarea pendiente es inmensa. Entre otras cuestiones, se requiere contar con obras de traslado y tratamiento de los residuos cloacales e industriales a través de los colectores de las márgenes izquierda y derecha del Riachuelo. Obras que corresponde realizar a la empresa AYSA y que evitarán que los líquidos cloacales se viertan en el propio cauce. En la zona de la ciudad eso significa la construcción del colector de la margen izquierda, que eliminará los vuelcos de ese distrito. Del lado de la provincia son obras que comprenden redes del sistema cloacal y plantas depuradoras. Es que, a pesar de las mejoras mencionadas, la contaminación en el Riachuelo se mantiene casi en los mismos niveles que tenía en el momento de dictarse el fallo.

Por otra parte, y aunque se trata de una actividad complementaria a la que debe realizar, la empresa AYSA anunció recientemente la construcción de cascadas artificiales que aportarían oxígeno a la cuenca.

El año pasado la ciudad de Buenos Aires presentó una propuesta para mejorar el estándar de calidad de agua al que se aspira a llegar con la recomposición del recurso.

Elevar la ambición en cuanto a calidad de agua por lograr y establecer un cronograma con metas concretas para las obras por realizarse resulta indispensable para que el Riachuelo sea alguna vez un curso de agua integrado al paisaje urbano y valorado por los habitantes de su cuenca.

Se trata de una tarea similar a la realizada en varios países del mundo: ocurrió con el Támesis en Inglaterra, el Tajo en España, el Ganges en la India y el Amarillo en la China.

Con similitudes y diferencias, la lección mas clara demuestra, en primer lugar, la necesidad de detener a la mayor brevedad los vuelcos cloacales e industriales y, en segundo lugar, que la recuperación de una cuenca contaminada no sólo constituye un imperativo para la integración de los vecinos, sino que, con imaginación, la recuperación de un río constituye una herramienta para un desarrollo social y económico genuino, que podría mejorar la calidad de vida de millones de personas que hoy viven en la miseria. No se trata de limpiar el río, se trata, en definitiva, de una tarea ética imprescindible..


La Nación

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