Juntos, para capear el cambio climático

El impacto del cambio climático ha comenzado a sentirse en el planeta con altas temperaturas, tormentas, inundaciones y sequías, por eso ya es el principal problema global que enfrenta la humanidad en el siglo XXI. Las investigaciones científicas señalan que las emisiones contaminantes están contribuyendo al aumento de la temperatura en todo el planeta. Estas emisiones son generadas por el consumo de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas), más algunas prácticas agropecuarias y la deforestación.

No es sorpresa que estos fenómenos estén ocurriendo, ya que en el siglo XX el PBI mundial se multiplicó nada menos que 19 veces. La producción de bienes en el siglo XX fue mayor a toda la producción acumulada desde el inicio de la presencia humana en la Tierra hasta fines del XIX. En los primeros 18 siglos de nuestra era, es decir hasta la Revolución Industrial, la población aumentó al modesto ritmo anual de 420 mil personas. El aumento de la población hoy es de más de 50 millones por año, es decir 120 veces más. Todo esto ha contribuido a un sostenido incremento en la utilización de fuentes fósiles de energía, generadoras de emisiones de dióxido de carbono y otros gases contaminantes.

Estamos frente a una situación crítica, como lo ha expresado el Papa Francisco en su última Encíclica. El desafío que enfrenta la humanidad es grave y también global, porque afecta a todo el planeta, debido a las emisiones contaminantes de CO2 que han venido creciendo peligrosamente en las últimas décadas.

Esta amenaza global requiere una solución global con compromisos de todas las naciones. Tengamos presente que, como dentro de 20 años la población mundial crecerá en 1400 millones de habitantes y además el PBI mundial será el doble del actual, se trata nada menos que de reducir las emisiones contaminantes por unidad de PBI más de un 65 por ciento. 

Estos requerimientos de abatimiento de las emisiones exigen que los países acuerden en la próxima reunión de Naciones Unidas en París ambiciosas metas de reducción. Esta es la condición necesaria para que la temperatura no aumente en las próximas décadas 2 grados, sobre el nivel previo a la Revolución Industrial. Un hecho es evidente: respetar este límite de los 2 grados centígrados exige una acción internacional global, coordinada e inmediata. 

Es preocupante que, de acuerdo a las metas propuestas hasta ahora, se prevé que la temperatura tendera a subir 2,7 grados, es decir sobrepasando este límite. Argentina ha ofrecido disminuir sus emisiones entre 15 y 30 por ciento con respecto a la proyección existente hacia 2030, pero según este criterio no habría reducción del nivel actual de nuestras emisiones. Si acordamos actuar a partir de ahora con más sensatez ambiental, deberíamos participar en París con una propuesta que propicie la expansión de las energías limpias, y también mejore la eficiencia en el consumo de energía aplicando las modernas técnicas de conservación energética. 

Nuestra propuesta ha sido presentada por un gobierno que está concluyendo su mandato. Pero el compromiso recién será decidido por el Presidente que asumirá el día 10 de diciembre, ya que la Convención de París concluirá el 11 de diciembre. 

No hemos aprovechado como correspondía esta oportunidad para definir una propuesta que exprese nuestra voluntad colectiva, es decir, que incorpore los aportes de los sectores científicos, las instituciones académicas y las asociaciones que cuidan el medio ambiente. Esto exigía que nuestra Presidenta hubiese propiciado este compromiso nacional convocando a todos estos sectores y también a los partidos políticos para elaborar nuestra propuesta, que su administración presentó en octubre, pero cuya definición final deberá ser decidida por el nuevo Presidente, al día siguiente de haber asumido su mandato. Este será su primer acto en el escenario internacional. 

Esperemos que la voluntad colectiva de cuidar la Tierra para nuestros hijos, quienes nos la han dado en préstamo, pueda expresarse en un acuerdo nacional, ya que todos vivimos en la misma casa común como bien dice el Papa Francisco. En la reciente encíclica Laudato SI, el Papa nos recuerda la vigencia del mandato bíblico: ”Labrar y cuidar el jardín del mundo” (Génesis 2,15) se trata de “cuidar”, no de degradar nuestro planeta. 

Enfrentar la amenaza climática exige una solución global. También es evidente que el creciente riesgo causado por más emisiones globales plantea la necesidad de una efectiva autoridad global, ya que está gravemente comprometido un importante bien común global. 

Por eso es necesario que las negociaciones internacionales apunten a la creación de una Organización Mundial del Ambiente (OMA). Para garantizar la salvaguardia del ambiente en nuestro planeta, es urgente que los países acuerden la creación de una autoridad global, que tenga un poder efectivo y cuya legitimidad sea reconocida por todas las naciones. 

Alieto Aldo Guadagni
Miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente

Clarín

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