Con viento a favor. Nuevos usos de la energía alternativa

Creadas por dos argentinos, las turbinas eólicas para uso doméstico ya llamaron la atención de Singularity University

Ignacio Juárez se queja de la estigmatización que se hace a menudo sobre los emprendedores: «Muchos creen que todos venimos de familias con plata, de escuelas y universidades privadas, de redes de amigos con contactos, y no siempre es así», dice. En su caso y el de su socio Nicolás Canevaro, para llevar adelante su idea de negocio de energía alternativa tuvieron que batallar contra sus propios molinos de viento: presupuesto acotado, préstamos de sus novias y manejo férreo de los costos.

«Nuestro inversor ángel fue no irnos de vacaciones durante varios años», cuenta. Lo paradójico es que, al final, los molinos de viento terminaron siendo sus aliados. O, para ser más precisos, las «turbinas eólicas» que crearon Juárez y Canevaro (de 33 y 30 años, respectivamente), desde su empresa Semtive, ya llamaron la atención de Singularity University (la usina de estudios sobre disrupción es socia del proyecto) y de inversores de los Estados Unidos y Europa.

La novedad que trajeron estos dos emprendedores argentinos fue que, en una industria que está abocada a los grandes generadores eólicos de alta potencia -en los Estados Unidos este año se están instalando granjas offshore en el océano para aprovechar el viento con instalaciones enormes-, Semtive propuso una turbina pequeña, del tamaño de una persona, que sirve para consumo doméstico. Como son portátiles, ya se utilizaron en catástrofes humanitarias y se aprovecharon para mitigar los cortes de luz en el verano, en reemplazo de grandes grupos electrógenos.

UN PROYECTO SUSTENTABLE

La idea comenzó a gestarse dos años atrás, cuando Juárez y Canevaro decidieron encarar una iniciativa que tuviera que ver con la sustentabilidad. «Primero comenzamos a averiguar para importar equipos, pero después nos dimos cuenta de que los podíamos producir a más bajo costo, y mejores, acá», cuenta Juárez.

Lo cierto es que el campo de las energías alternativas alcanzó un «momentum» esta semana, muy celebrado por los ambientalistas, cuando Barack Obama presentó un programa para reducir un tercio la emisión de carbono de las centrales termoeléctricas para 2030.

Días atrás, Hillary Clinton -quien cuenta actualmente con más chances de ser la futura presidenta de la economía más grande del mundo- difundió un spot de tres minutos en el que propone que su país se convierta en «una superpotencia de la energía limpia», con un incremento del 700% en la generación de energía solar para 2020.

Los republicanos reaccionaron en contra, y Hillary Clinton los acusó de no querer ver la evidencia científica. Por otra parte, un artículo publicado en julio por The Economist destaca que, en términos de respaldo de la ciencia, el efecto invernadero hoy se encuentra en una situación similar al de la relación entre tabaco y cáncer hace dos décadas: los datos del vínculo entre polución y calentamiento global son abrumadores, pero algunas industrias que viven de eso se aferran a investigaciones minoritarias que los relativizan.

Otra noticia relevante de este mes en el campo de las energías renovables fue la decisión del gobierno francés de reducir la generación de electricidad vía energía nuclear del 75 al 50% en 2025. Es un dato de elevado simbolismo si tenemos en cuenta que históricamente Francia fue un apoyo geopolítico de peso para la opción nuclear.

«Es sin dudas el tema del momento; lamentablemente, la Argentina, tanto a nivel de sus políticos como de las empresas se encuentra rezagada en esta agenda», marca Alexis Caporale, autor de El futuro de la energía, emprendedor y especialista en energías alternativas del Instituto Baikal.

Un informe distribuido recientemente por la consultora GlobalData afirma que Brasil y Chile son los países de la región que lideran los proyectos para modificar su matriz energética a favor de recursos renovables en los próximos años. Entre 2013 y 2017, Brasil incrementará esta capacidad de 19,8 GW a 32,9 GW, en tanto que Chile pasará en el mismo período de 1,06GW a 5,37 GW.

Los métodos para convertir al viento y a los rayos solares en energía todavía son más caros que las «energías sucias» (petróleo, gas y otros combustibles fósiles).

En los EE.UU., la energía eólica es entre un 15 y un 200% más cara que la tradicional, dependiendo del Estado, y hoy se financia con programas de fomento fiscal. Pero quienes vienen estudiando el tema afirman que los costos caerán en forma vertical.

«La curva que grafica la función «costo de generar un vatio a partir de energía solar en función del tiempo» tiende a cero y nosotros, muy posiblemente, vamos a vivir el salto de paradigma», asegura Caporale. Y agrega: «Una opción interesante es reinvertir los hidrocarbu-dólares en el desarrollo de innovaciones tecnologías en energía, no sólo en paneles solares o en aerogeneradores, sino en nuevas aplicaciones de la energía en general, nuevos modelos de negocios que rompan el esquema actual y tengan proyección disruptiva en las próximas décadas. La innovación en esta área es transversal a toda la economía. Por lo tanto, hay una oportunidad gigante para transformar la economía local, generar industrias completamente nuevas, desarrollar conocimiento práctico en eficiencia, en redes inteligentes, etc. Pero hay que empezar a trabajar ahora. Los procesos de cambio de una matriz productiva y energética son largos, pero viables».

Caporale está leyendo por estos días la biografía de Elon Musk, best seller en los EE.UU., uno de los emprendedores del momento, quien se hizo multimillonario con PayPal y en la actualidad reparte su tiempo entre tres grandes proyectos: SpaceX (dedicada a iniciativas con viajes al espacio), Tesla (autos eléctricos) y SolarCity. De los tres, según un reciente reporte de Daniel Gross en Slate, es SolarCity, la empresa que se propuso llenar los techos de los hogares de los norteamericanos de paneles solares, la que más probabilidades tiene de «cambiar el mundo».

Musk, un sudafricano que se fue a vivir a EE.UU. a los 19 años, podría ser a las energías alternativas lo que Henry Ford fue al automóvil. Dice Gross: Ford no inventó el motor, pero su gran innovación fue transformar un modelo de negocios para hacer que los vehículos bajaran de costo y dejaran de ser objetos de lujo, con nuevos esquemas de comercialización y de financiamiento.

En este sentido, la innovación en modelos de negocios puede ser tan o más importante que el «momento Eureka» cuando se trata de adopción masiva de un nuevo producto o tecnología.

ALTO POTENCIAL

La baja de costos de las energías alternativas, dice Caporale, también contribuirá, además de bajar la contaminación, a mejorar la distribución global del ingreso. El 18% de la población mundial, unos 1300 millones de personas, no tiene acceso a servicios energéticos modernos (la posibilidad de usar 100 kWh por persona por año).

«Este valor es excesivamente bajo para nuestros estándares de consumo. De hecho, un habitante promedio de los Estados Unidos lo consumiría en tres días [y estaría los 362 restantes del año sin energía], un europeo en cinco días, un sudafricano en ocho? Pero un etíope tarda 702 días en consumir esa cantidad de kWh. Es decir que un estadounidense utiliza 234 veces más energía que un etíope», marca el experto del Baikal.

«El potencial es gigantesco y todos los días vemos ideas originales y nuevas en este campo», dice Juárez. Su empresa forma parte del grupo de compañías con o sin fines de lucro que Singularity aceptó bajo su órbita (es el primero de la Argentina y el primer proyecto de energía que entraron en esta cartera). Todas se basan en solucionar problemas de impacto global dentro de los focos de SU, como la educación, la exploración espacial, la generación de alimentos, la salud, el agua y la energía. Luchando, a veces, contra molinos de viento, y otras usándolos como aliados.

Por Sebastián Campanario

La Nación

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